miércoles, 2 de marzo de 2016

Gilraen, Ángel de la Muerte



Era una noche preciosa, el cielo estaba estrellado y allí me encontraba sola en la oscuridad de la noche estudiando las constelaciones, esa allí esta, es mi estrella favorita Alfa Centauro, su brillo es singular y único, aquella estrella color rojiza, miraba el cielo con tristeza aquella mirada que no todos poseen, aquella mirada que oculta cosas, hace un par de noches había recibido una invitación a pelear, y acepte, en aquel frondoso bosque que observo a la distancia.

Me dirigí a la casca y me puse bajo ella, el viento y el agua fría y fresca, tan cristalina despejaban mi mente, tratando de olvidar los acontecimientos de hace pocos días, pero estaba acostumbrada a la muerte, después de todo, yo soy el ángel de la muerte, en mis alas llevo la sangre de mis victimas, mato por placer, mato por diversión, mato porque me gusta escuchar los agonizantes gritos de mis victimas, no tengo piedad, esos pensamientos le daban fortaleza a mi alma, tome mi báculo y comencé a cortar el viento con su punta, que posee una guadaña en un extremo y en el otro posee una filosa cuchilla, pero algo interrumpió mis pensamientos.

- Veo que regresaste -dije seriamente, claramente te dije que te alejaras
- No -dijo aquel extraño, has se que ademas de matar, tienes el canto mortal que te sume en un sueño profundo, he venido por eso
- No -negué, tu has venido a ver al ángel de la muerte, y no perdonare tu vida una segunda vez -dije moviendo mi báculo
- Te daré esta preciosa joya a cambio de tu canto -dijo sacándola entre su capucha
- No me sirven las joyas, viviré para siempre, soy inmortal, las riquezas no me atraen, pero tu vida, es mas deliciosa que cualquier otro precio 
- ¿Que mas puedo ofrecerte?
- Nada -dije fríamente, cortando su cuello con la parte de la guadaña

Su cabeza cayo al suelo, saboree su sangre y el olor a muerte impregnado a mi alrededor, "No perdonare la vida a nadie" me dije a mi misma, salí de entre el agua, arrojando el cuerpo muerto a un acantilado, finalmente me decidí a un paseo nocturno por los cielos, esperando el día del  enfrentamiento.